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martes, 27 de julio de 2010

Pequeños relatos de dudosa sexualidad

Míster R.

¿Qué eres? Fue lo que deseé preguntarte, pero me contuve y opté por algo más cortés:

―¿Cómo te llamas?

―Alejandra, pero todos me dicen Alex.

― Maravilloso, yo soy Míster R―Me devolviste un sonrisa brillante.

Curioso, intrigante fue el sentimiento que desarrollaste en mí, el sólo verte me hacía delirar, un ser surrealista, casi asexuado, decías ser una mujer pero parecías algo más, un delicado misterio, vestido con unos jeans negros, una camiseta de rayas y unos tenis de esos que usan los chicos de ahora.

Me encantaba tu rostro y tus hermosos ojos verdes enmarcados con unos lentes de pasta gruesa, tu cabello que te daba hasta las orejas, en esa forma que llaman de hongo, me hacía pasar largos minutos mirándote y deseando descubrir el misterio tras esa figura contradictoria.

Dos salidas a la matinée y una visita al museo, me llevaron a besar a Alex, mi misterioso ser traído de los sueños de un loco con bigote; al tener su cuerpo entre mis brazos sentí correr emoción, deseo y felicidad por mi espalda. Fue ahí que entendí que deseaba desnudar aquel misterio, besar sus pezones y develar con infinita paciencia el misterio que me hacia delirar en rojo todo el día.

Una, dos, tres semanas después del beso, Alex se quedo en mi casa, la lluvia no le permitió salir y opto por quedarse en casa. Ofrecí té y aceptó.

En el sillón lucía increíble, decidí actuar, el deseo me incitaba, las ganas de jugar y de investigar me hacían ser otro. El té se quedo sobre la mesita de centro y mis labio sobre los de Alex, no me empujo me recibió con cariño y delicadeza, su manos parecían ansiosas y con gran habilidad llegaron a su meta, mientras Alex se ponía mi miembro en su boca pensé ¿cuánto han caído rendidos ante tu misterio?

Una eternidad de gemidos después me separé de sus labios y entonces te atraje hacía mí, un ágil movimiento te hizo perder la blusa, descubrí un delicado brassier, era pequeño como el de una púber, lo quité con la maestría que dan los años de experiencia y descubrir un pecho casi plano con dos pezones rosados y duros a los cuales le pase mi lengua, te volví a besar y unos instantes después no se aún cómo ya estaba dentro de ti, mientras eso pasaba me encantaba ver tu rostro, parecías en momentos un jovencito y en otras un mujer, amaba esa ambigüedad.

Se repitió tantas veces como quisimos, jamás pensé que descubrirá tu verdadero rostro cuando unos meses después miré como se ensanchaba tu vientre, las caderas engrosaban y tus senos hacían su aparición, el misterio se lo llevo tu embarazo, todo el deseo se esfumó.

Ahora pasó una pensión, además ya no busco seres mágicos porque la realidad los destruye.

1 comentarios:

MArina dijo...

Hola, gracias por leerlos, me encantaría entrar en el taller.
De verdad me gustaría poder mejorar :=).

Besos