LA zanahoria y Lord

¡Uy! hacia mucho que no escribía en el blog, eso es porque no tengo computadora, en este momento disfruto las delicias de un café internet (léase con sarcasmo), mientras reviso mi correo, mi facebook y mi blog.
En estos días paso mi etapa de crisis romántica, el otro día un amigo ¿amigo? Conocido ¿conocido?, bueno es que la verdad no se como catalogar a este pobre chico, que me dijo: “le pediré a la profesora de romanticismo que me deje analizar un personaje romántico” y le dije “¿Quién?” y la respuesta fue: “Tú”, me dio risa la verdad pero también me hace cuestionarme mi estado actual, este pobre chico que lo llamaremos de ahora en adelante Lord, ha sido mi baúl de secretos y el que me ha estado aguantando en estos días, me llama cada tercer día para averiguar si no he decidido unirme a los espectros del más allá.
Lo que sucede es que me ha dado una nueva crisis, pero creo que se debe a que no me he adaptado ala vida con los humanos, además de que padezco un gran síndrome de abandono desde pequeña.
En estos día tristes siempre encuentro un pequeña luz que me ayuda, en este caso ha sido un profesor al que le llamáramos la zanahoria, está zanahoria es un profesor increíble hasta me ha prestado un libro que es enorme y que es genial.( Este profesor se ha vuelto mi amor imposible) En su clase hemos estado trabajando a San Juan de la Cruz, uno de los grandes poetas místicos del período barroco.
Según su poesía es sobre dios y el alma y su encuentro, pero la verdad tiene un fondo muy interesante. Le dejo unos de sus poemas.

Subida del Monte Carmelo
Canciones

En que canta el alma la dichosa ventura que tuvo en pasar por la oscura noche de la fe, en desnudez y purgación suya, a la unión del Amado.

(Fragmento)

En una noche escura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!,
¡oh noche amable más que la alborada!;
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.