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sábado, 14 de agosto de 2010

Las acosadoras

El primer mes en la universidad, fue interesante, todo se acomodaba prometedoramente, las clases se veían un poco interesantes, los compañeros agradables y el nuevo departamento estaba bien, desde el miércoles había colocado letreritos de “Se busca compañero de cuarto”, Gustavo no había tenido suerte nadie había llamado, mientras preparaba la sopa de sobrecito que su madre le había comprado, el celular sonó. Un mensaje de Laura: “Hi, como sts? Q’ tal la uni? lol”; Gustavo tardo en lograr entender lo que le escribía su amiga, al final contesto con un “bien y cuídate mucho”.

Termino de preparar la sopa y pensó que en otras circunstancias Laura jamás le hubiese mandado ese mensaje, era obvio todos sabían, Ana había decidido que era mejor terminar ahora que ella se iba a estudiar a Monterrey y él se quedaba en Puebla, ella lo decidió porque a él ni siquiera le dio derecho de réplica.

Gustavo pasó unos días tristes pero al poco tiempo, se repuso, tenía que planear todo para la universidad, buscar un lugar cercano a la universidad para vivir, arreglar la inscripción y preparase para vivir lejos de casa.

El chisme de su relación fallida corrió entre todos sus compañeros y para disgusto de Gustavo las chicas fueron al parecer las primeras en enterarse. Pocos días antes de cambiarse al departamento una vieja compañera de la secundaria llamada Karla, se había aparecido en la puerta de su casa y le había pedido hablar con él.

Cuándo el salió, ella le pidió ir a un parque cerca de dónde vivía, ella se veía rara, se había maquillado, y muy mal, la base que usaba no era de su tono se veía muy pálida, las mejillas era inusualmente rojas y los ojos estaban sombreados con un extraño tono verde, en fin parecía más payaso que chica, Gustavo no comentó nada al respecto, cuándo llegaron al parque ella comenzó a hablar:

―Sabes, megustaseresmuylindo― Karla habló muy rápido y Gustavo no la entendía.

―Perdón, no entendí nada― Él la miró, parecía que en cualquier momento se soltaría a llorar.

―Ahora que terminaste con… Ana…., te quería decir que…me… gustas―Entonces intento sujetarlo y plantarle un beso, el se movió y no la dejo.

―Lo siento este no es el momento indicado, además tú no me gustas.― Se fue y la dejo llorando junto a la fuente.

Mientras recordaba eso sonó el celular, era Diego, su amigo de la preparatoria.

―Hola―Gustavo contestó.

―Hola, ¿cómo estás? ¿Te siguen acosando?―Le preguntó Diego.

―mmm

―No te enojes ¿Qué culpa tengo de que seas todo un galán?―Diego lo dijo en tono irónico y eso molesto a Gustavo.

―No es verdad y lo sabes.

―Ay ay, de verdad lo eres, mira te han buscado Laura, Karla, Natalia y Vanessa.

―Lo sé, ya me estoy hartando, en realidad, sabes nunca pensé que tramaran algo así― ―¿Qué esperabas? ―Esas niñas están locas

―¿Qué hago ya no lo soporto?―

―Fácil querido amigo búscate una novia y ya.

―Gran idea.

―¿De verdad?―Preguntó ansioso Daniel.

―No, idiota.

―¿Qué tiene de malo? Piénsalo, adiós.

― Adiós―Gustavo colgó el teléfono.

Esa plática le trajo el recuerdo de otra chica, Natalia, una chica delgada pero con caderas muy grandes, además de eso tenía los dientes de enfrente algo grande. Era una chica agradable, tranquila, que por algún extraño motivo que Gustavo no entendía, ella tenía unas amigas que en realidad no guardaban relación con ella, eran un tanto bobas y dadas a cuidar su imagen a pesar de no ser nada bonitas. El problema fue que el siempre creyó que era una amiga, Gustavo jamás pensó que ella tuviese otras aspiraciones, resulto que un día recibió una llamada, exactamente dos semanas después de entrar a la universidad. El impacto provocado por esa llamada duro unos días.

―Hola ¿Gustavo?―Era la voz de una chica

―Hola, ¿quién eres?

―Natalia.

― ¡Oh! ¿Cómo estás?

―Bien, algo sola, extraño mi casa.― Parecía estar a punto de llorar.

―Es normal― Realmente Gustavo no sabía que decirle.

―No lo sé, me encantaría regresar, extraño a mis amigos, vivir aquí no es muy agradable― Natalia estudiaba y vivía en el DF.

―¿No tienes amigos? ¿No vas bien en las clases?―Gustavo no la entendía.

―No, no, sólo que no es lo mismo― su voz sonaba pastosa y como si estuviera a punto de llorar.

―no sé, creo que debes de intentar adaptarte, todo mejorará, yo también vivo solo, no te preocupes ya verás como todo mejora.

―sí, gracias, oye… ¿Y si yo regresara?

―No sé, tendrías que esperar para entrar de nuevo a la uni

―No, me refiero a eso ¿Qué sería de lo nuestro?

―Pues seríamos amigos, como siempre―Al principio Gustavo no entendía que sucedía.

―No, me refiero a que me gustaría que hubiese algo más ¿entiendes?

―No, no creo―Gustavo no quería entender.

―Bueno adiós.

Gustavo entendió, otra amiga que ya no lo era, odiaba el maldito afán y el interés de esas chicas por él, para empezar era un tipo huraño, de mal carácter, un alcohólico, no era muy limpio, era delgado sí, pero tenía panza que revelaba sus parrandas con la cerveza, su cabello oscuro, lacio como el de miles de chicos, sus ojos color café, en realidad no entendía que veían esas niñas locas.

Decidió poner en acción el plan de buscar una novia, era la única opción, a demás no deseaba tener una relación con alguna de sus ex compañeras de la preparatoria. La victima ya estaba elegida, una chica con la que tomaba una clase, se sentaba unas filas atrás de él. Ella no era muy fea, en realidad era una chica agradable, delgada, de cabello largo y lacio, ojos grandes; además era callada y tranquila, se llamaba Pamela o eso creía.

Esa semana llego más temprano y se sentó un lugar atrás de ella, para su buena fortuna tuvo que hacer un trabajo en equipo, mientras intentaban resolver las preguntas, se desviaron y terminaron hablando de los maestros, de la música que les gustaba, de la ultima película que habían visto, pasaron un largo rato riendo y no se dieron cuenta de que no resolvieron ninguna pregunta, afortunadamente la clase termino y no tuvieron que responder nada.

Una salida, media docena de tazas de café, una ida al cine y todo se acomodo para establecer una nueva relación; Pamela resulto ser muy agradable y Gustavo estaba enamorándose, al parecer el amor surgía de la convivencia y de haberse obligado a elegir a una chica para librarse de sus molestas seguidoras.

Un viernes antes de que terminaran las clases, dos meses después de ser el novio de Pamela y de por fin haber dejado de sonar el celular por causa de pasiones que no le interesaban, sonó el timbre. Gustavo abrió la puerta y ante el apareció una imagen extraña; era Pamela pero no vestida como lo solía hacer, en esta ocasión usaba un vestido de flores rosas; muy al estilo de los años cincuenta pensó, llevaba una flor roja enrome en la cabeza y en las manos una canasta cubierta con un paño de cuadritos rojos y blancos.

―Hola―Dijo ella muy sonriente

― ¿Porqué te vestiste así?― Preguntó curioso Gustavo.

―Porque hoy será un día especial―Sonrío un vez más y Gustavo la dejó entrar.

― ¿Por qué? ―El no hallaba motivo, no era cumpleaños de ninguno, no cumplían meses de novios. Decidió esperar a la sorpresa.

― !OH! Es que hoy te diré un secretito―Volvió a sonreír―Por ahora comamos

Pamela se dirigió hacia la cocina, saco un mantelito de cuadros rojos y blancos idéntico al paño que cubría la canasta, Gustavo la miraba desde lejos; ella sacó un recipiente hondo y redondo cubierto con papel aluminio, un recipiente de plástico rectangular y pequeña canasta con bollos, además de eso saco unos recipiente s de vidrio que al parecer contenían flanes, para mayor sorpresa de Gustavo llevo un servicio para dos y una botella de vino.

Cuando la mesa estuvo puesta, Pamela lo tomó de la manó y lo llevo a la mesa, ella se encargó de servir todo, primero la ensalada que estaba en el recipiente cubierto de aluminio y después saco del recipiente rectangular porciones de lasaña, terminaron de comer y Gustavo no podía contenerse, deseaba saber el porqué de todo lo sucedido. Pamela se sacudió las migajas del vestido, recogió los paltos y los guardo; tomó aire y habló:

―¿Recuerdas que cuándo estabas en el primer año de secundaria tuviste una novia?

―Sí, creo―Gustavo casi no la recordaba, no estaba seguro de cuál era el nombre de esa chica.

―Bueno, ¿supongo que recuerdas que no duró más que una semana esa relación?

―Creo, fue hace mucho.

―Seis años casi ¿no?

―Supongo-Gustavo se estaba cansando de esa plática sin sentido.― ¿por qué hablas de esto?

―Yo soy esa niña―Le sonrío desafiante

―¿Y? ¿Por qué no lo dijiste antes?

―Porque te he estado esperando todo este tiempo, tú eres mi verdadero amor y ahora sé que debemos de casarnos y vivir juntos desde ahora―El tono fue tranquilo, como si fuese lo más natural del mundo.

―No, eso es imposible, eres una niña y yo no quiero casarme.―Contesto Gsutavo en el tono más tranquilo que le fue posible.

La reacción de Pamela fue muy diferente a lo que Gustavo esperaba, él creyó que se vería envuelto en un pelito, que ella comenzaría a llorar y a gritar, pero Pamela se limito a levantarse de la mesa, tomar su canasta y dirigirse hacia la puerta.

Gustavo asombrado la siguió y justo cuando la iba a tomar del hombro ella se dio la vuelta y le brinco encima. Unas uñas afiladas se le clavaron en la cara a Gustavo, además de eso ella lo comenzó a golpear con las rodillas en la entrepierna, el solo se retorcía e intentaba evitar el ataque, porque no quería golpearla, en cuanto pudo Gustavo se la quito de encima y la tomo por los brazos y en un giro se puso detrás de ella, como pudo la sacó del departamento, lo cual no fue fácil ya que ella gritaba y pataleaba, cuando la logró sacar cerró la puerta y desde la seguridad de si casa le grito.

―! VETE! ¡LLAMARÉ A LA POLICÍA!―Guardo silencio y escucho unos sollozos.

―!NO! ¡Yo te amo! ¡Conmigo serás feliz! ¡Ámame!―Grito ella como respuesta. Gustavo temía que alguien saliera y la viera, imagino a Pamela brincándole a uno de sus vecinos y arañándolo, repitió la amenaza.

―! Vete o llamo a la policía! ¡Es enserio!―Espero pero ella no respondía.

Se sentó junto a la puerta a esperar, pasaron 15 minutos, 30 minutos, dos horas después de aburrió y decidió abrir la puerta, ella estaba tirada en el piso, boca arriba, con los ojos muy abiertos y con las manos sobre el pecho y entre las manos tenía un cuchillo enorme, que seguramente tenía guardado en la ropa.

―O me amas o me mató―dijo tranquilamente

―Cálmate, no es posible, necesitas ayuda…

―Entonces ayúdame, solo quiero estar contigo―Ella cero los ojos

Gustavo aprovecho el instante y le quitó el cuchillo, de la manos, lo arrojo por la escalera y entonces pidió ayuda.

Los vecinos salieron, los cuales al parecer habían observado todo el numerito y ya habían llamado a la policía, él la levanto y la puso contra la pared y le sostuvo las manos como si fuese un judicial. Una hora después Pamela se había ido después de que el policía la había asustado lo suficiente, Gustavo estaba en su departamento llamando a sus padres y resolviendo todo para irse de la ciudad lo antes posible.

Ahora Gustavo vive en un lugar que no les puedo decir, pero tengan por seguro que va a terapia cada miércoles de cuatro a seis y por la noches despierta ante cualquier ruido.

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